Casi tres meses con todos los restaurantes, bares y clubes nocturnos cerrados fue el saldo de la pandemia en sus primeros meses, al menos, en el estado de NSW.
A partir de junio del 2020 la normalidad comenzó a retomarse lentamente. Eso sí, era una nueva normalidad. Ahora en todos lados había que hacer reservas porque si no, casi imposible acceder a un restaurant de poca capacidad.
Había que hacer el Check-in en la aplicación «Covid Safe», los locales debían tener alcohol gel en las estaciones, mantener 1,5 metros de distancia en todos lados y de 90 a 120 minutos de tiempo disponible para tu reserva en un restaurante.
Para quienes trabajamos en la industria de Hospitality y Turismo todo esto era un extra desafío porque había muy pocas horas disponibles, considerando que de a poco se estaba retomando la actividad y en mi caso particular, junto con otros compañeros, nos costó un poquito más porque nuestro restaurant no reabrió. A decir verdad, siendo julio del 2021, aún no reabre.
Durante un mes o más estuve paseando por cuatro restaurantes distintos de la misma compañía (un gigante de la industria en Australia) pero era un desagrado no pertenecer a ningún lado. Recuerdo un día que me llamaron la atención por la ropa con la que andaba porque me habían mandado a un restaurant más «fancy«, pero nadie me avisó si no hasta que llegué a The Bavarian y la manager me dijo que finalmente trabajaría en Fratelli Fresh. Y también algunos días me tocaba trabajar en El Camino Cantina, todo esto en Manly Beach.
En ese momento éramos varios en el equipo que estábamos rotando día a día, semana a semana. Era una especie de ruleta rusa donde te tocaba trabajar. Por momentos, era estable en Bavarian, luego lo fui en Fratelli hasta que decidí que allí no volvería y me quedé a tiempo completo en Bavarian porque me aseguraban horas. Y a esa altura, lo único que importaba era tener días y asegurar las 20 horas de trabajo.
La industria estaba retomando sus actividades y las aguas se estaban agitando un poco porque en todos los lugares estaban necesitando staff considerando que la temporada alta ya estaba por llegar, así que dejé RockPool y me fui a trabajar con mi ex manager a una compañía más pequeñita que tiene sus operaciones instaladas en Bondi (el suburbio donde vivo).
Parecía que la normalidad ya había llegado para instalarse, hasta que comenzaron a aparecer nuevos casos en las playas del norte de Sydney, donde está ubicado Manly. Hubo lockdown en las Northern Beaches para controlar el avance del virus justo un par de días antes de Navidad, lo que hizo que muchas personas desistieran de salir a restaurantes por el riesgo de contagio.
Ni hablar de las celebraciones de Año Nuevo, con este nuevo rebrote del COVID, algunos estados cerraron sus fronteras para los viajeros desde las Northern Beaches, así que muchas personas tuvieron que cambiar sus planes y quedarse en New South Wales celebrando. En mi caso, opté por rearmar el plan inicial que era pasarlo en Byron Bay y así lo hice, claro que con algunas variaciones.
Al final, si el miedo era exponerse, pasarlo en Sydney o en Byron Bay era prácticamente lo mismo. Porque, siendo honesto, nadie se quedaría en casa. Menos los chilenos. Nos gusta celebrar y seguramente terminaría en una larga noche con fiesta en la playa o en alguna casa. Así que, de contagiarte podría ser allá o acá. No había una gran diferencia. Así que bueno, a Byron Bay los pasajes.
Llegando allá, de lo primero que me pude dar cuenta fue que estaba llenísimo de gente que, al igual que yo, decidió irse a Byron Bay. No sé si se corrió la voz, pero al final de cuentas con quien conversaras tenía un amigo o algún conocido que iba a ir a Byron a pasar el Año Nuevo.
Allá me topé con excompañeros de trabajo que arrancaron del lockdown y aprovecharon de irse al norte de NSW, con un amigo que tenía este viaje planeado con mucha anticipación y otro grupo de personas que se estaban moviendo de Coffs Harbour o Suffolk Park hasta allá.
La fiesta era en Byron.
La Pauli de Viaje 